domingo, 2 de junio de 2013

Identidad



Por Orlando Novara

Escena 1

En el bodegón sin estirpe de esa esquina de San Telmo reina un ambiente de antigua quietud. La simétrica disposición de los estantes y una solitaria multitud de botellas dan fe de ello. Pocos y pequeños espejos, banderines de clubes y otros tantos cartelitos con los precios de los platos del día, ofician de simplona decoración. Con cierta intermitencia se escucha el ruido poco estridente de la vajilla que alguien lava en la cocina.

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Rodeado de un puñado de mesas vacías Oscar ocupa una sola de ellas. Su calvicie y sus espaldas levemente corpulentas definen una silueta casi inmóvil. Hace rato que el hombre dejó de comer y tomó su último café. Sobre la ventana lateral izquierda tiene apoyado su brazo y al frente, más adelante, está la puerta de entrada al local. En la derecha del recinto se ubica una entrada al baño otra a la cocina y el mostrador. Junto a este último está el dueño que también hace de mozo y parece formar parte del mobiliario. Su imagen oscila entre el cansancio y la indiferencia. Sin duda algo nubla su percepción. Bosteza sin pudor. Toda la escena se demora en el tiempo y esto sugiere el silencio de una noche fría y sin sobresaltos. (Se apagan las luces) Escena 2 De pronto, inesperadamente, precedido por el inquietante sonido de una sirena, es Abel quien entra al local. Trae apuro pero guarda la compostura. Es un hombre joven, alto y flaco. Tiene una apariencia presentable: zapatillas de marca, pullover amplio y una campera roja. Es la que se saca antes de avanzar mucho más allá del umbral. Camina hacia Oscar, improvisa un saludo y se sienta frente a él en su misma mesa. Debajo de esta, disimuladamente, tirará su abrigo. Se sobrepone a su fuerte agitación y de inmediato dice: Abel: ¡No te muevas! Debajo del pullover tengo un chumbo. Quedáte mosca porque te quemo. El mozo tiene que creer que somos amigos. Oscar: Eh… bue.. bueno. Pero la plata que tengo solo me alcanza para pagar la comida. Abel: Tranquilo, tranquilito. Solo quiero parlotear un poco con vos … que disimules. No pasa nada. Oscar: ¿Qué? No entiendo. Abel: Mirá. Yo ya estoy rejugado. Si me agarra la yuta soy boleta. Si vienen y preguntan ya sabes: hace más de una hora que estoy aquí con vos. Oscar: Pero yo… Abel: Pero un ¡Carajo¡ No hay tu tía. Si buchoneas, aunque solo sea con una seña, antes que nada te llevo a vos. No me cuesta nada. Por el mambo, porque sí. Ya está te la pongo y chau. En la mala yo me la re-banco. No hay porque echarle siempre la culpa a la merca. Oscar: Sí, sí. Tranquilo. Pero usted también. Hablemos con calma. Abel: Y claro. Es lo que te dije gil. ¡Ojo con lo que haces¡ Voy a llamar al mozo. Mozo: ¿Lo quiere cortado? Abel: No. Para cortado estoy yo. Además como es que lo va a cortar si no trajo el cuchillo. Mozo: Je, je. ¿Les puedo cobrar? Pueden quedarse pero ahora quiero cerrar la caja. Oscar: Bueno. ¿A ver la cuenta? ¡Aquí tiene! Quédese con el vuelto. Mozo: Gracias, señor. El mozo se retira al mostrador para ingresar el dinero a la caja. Luego vuelve a la grilla de palabras cruzadas que embarga su tiempo. Algo que matiza leyendo sobre futbol en revistas y diarios que allí se apilan. Tras la pausa Oscar y Abel siguen con su dialogo tenso mechado por la ironía. Abel: Tu sonrisa me sonó tan boluda como forzada; pero te portaste bien. Se ve que funciona tu piojosa. Debe ser el jabón al gatillo. Te habrás dado cuenta que estoy cómodo pero no me relajo. Oscar: Yo tampoco y no busco problemas. Me quiero ir pero ahora solo puedo dejarle 50 pesos. Abel: Otra vez con esa boludez. Para eso me cargo la caja del boliche. Solo quiero que no olvides lo que dije y seguir con el chamuyo. ¿Viste mi campera? No es la primera vez que los cago con eso. Es verdad que por ser roja es bocina. Pero si después de correr rápido te la sacas en un recodo, ellos ya no te ven más. Es porque los opas la siguen buscando. Los gorras terminan ciegos como toros. Oscar: Si claro, ahora lo están buscando. Abel: ¡Chocolate! ¿Caíste? ¿O te seguís haciendo el otario? Oscar: No, digo. Pero… ¿Qué es lo que pasó? Abel: Bueno, te cuento como si fueras mi boga. Estamos en un barrio de turistas pero en este país de mierda nadie les explica a los extranjeros que no hay que resistirse. Me manoteó le tiré y quedó en el piso. Eh … que digo. ¿No serás un soplón? Mejor habláme de vos turrito. Oscar: No sé qué decirle. Para mí no es fácil esta situación. ¿Cuánto más tengo que quedarme? Abel: Te la hago simple: ¿Cómo te llamas? ¿De qué laburas? ¿Qué haces aquí? Oscar: Me llamo Oscar, soy viudo, con dos hijos grandes. Tengo una tienda en Pergamino y vivo allí. Como todos los años vine a comprar ropa a Buenos Aires. Paro en un hotel cerca de aquí y vine a este lugar porque me gusta como hacen los pucheros. No sé… ¿Qué más? Abel: Puta al final sos un lengua larga. ¿Así que tenés guita? ¿La guardas en el hotel? Oscar: No, no. En el hotel solo tengo el pasaje. Aquí están las órdenes del pedido a mí nombre. Los pagos los hago con cheques desde la provincia cuando llega la mercadería. Entiendo que me haya tomado de escudo, pero es absurdo que me quiera de rehén hasta Pergamino. Abel: ¿Por qué no? Me dicen “loco” y así me pongo. ¿Además como sé que andas derechito? ¡Ojo¡ Lo peor que podes hacerme es engrupirme. A ver, dame tu documento y esas papeletas. Oscar: Lo que le digo es verdad, es verdad. Tome. Fíjese, va a ver. Abel: ¡Oscar Brizuela¡¡Guacho! Se nota que no has renovado tu cédula. Estás hecho un pendejo. ¡Somos parecidos loco¡ A ver esos papeles… también me los quedo. ¿El hotel dónde está? Oscar: ¡No¡ Ya le dije que no tengo nada. Por favor, necesito ir al baño, me duele el estómago. Abel: Te acompaño un minuto orino y vuelvo a la mesa. Un meo a tiempo estimula y hace bien. Pero cuidado con lo que haces: no olvides que te prometí la primera bala. (Se apagan las luces) Escena 3 Oscar se queda en el baño y sale Abel. Este último no alcanza a llegar a la mesa cuando de pronto lo intercepta un policía que acaba de ingresar al lugar. Abel mantiene la calma y el mozo recién ahora parece despertarse y mirar con cierta curiosidad. Policía 1: ¿Qué hace acá? ¿Cuál es su nombre? Deme su documento de identidad. Abel: Tome. Me llamo Oscar Brizuela y acabo de cenar. Estuve encargando ropa en los mayoristas del centro y mañana me vuelvo a Pergamino. Aquí tiene, si quiere, los comprobantes. Policía 1: A ver … Sí, si ropa de hombre. ¿Allá está cara? Abel: Está más o menos al mismo precio, pero hay poca mercadería de moda. Policía 1: Bueno, vaya, salga. Tenga cuidado que la calle está brava. Abel: ¡Chau¡ Gracias oficial. Policía 1: ¡Mozo¡ Ya se fue el señor… ¿Hay alguna persona más aquí? Mozo: Si el otro cliente ahora está en el baño. Ocupaba esa mesa. Policía 1: Permiso, lo espero allí, así me siento un ratito. Estoy muerto. Todo el día parado. Mozo: ¡Claro¡ Sientesé, por favor ¿Le sirvo algo? Policía 1: No gracias, solo quiero estirar las piernas. Ah… que bueno… ¡Epa¡ ¿Esto qué es? (Se apagan las luces) Escena 4 Se escuchan ruidos y fuertes gritos (en off) que vienen de la vereda del local. Pese a ello el mozo ha recuperado su letargo y, como si nada pasara, levanta y acomoda las mesas en cámara lenta. Oscar: Ay, ay el brazo suélteme, suélteme. Déjeme hablar.. ay, ya le voy a explicar. ¡Soy inocente¡ Policía 1: Claro, papi. Estás sin documento pero sí con un arma en la campera. ¿Qué vas a explicar? Sargento: No te digo que estos nos toman por boludos. Oscar: Sargento, sargento, escúcheme usted. Hay una confusión yo no lo tengo porque ... ay, ay dígale que no me quiebre el brazo, huy, huy, déjeme hablar. Sargento: No te quejes. Todavía no vino lo peor. En la comisaria te vas aburrir de hablar y cantar. Oscar: ¡No¡ No, le ruego. Es injusto. Yo no tengo nada que ver. No hay derecho.. Ay… Ay, es el mundo… es la Argentina al revés, la Argentina del INDEC. Policía 1: ¡Mira vos¡ Habla como un … ¿Cómo se dice? … un “distituyente” Sargento: No vengas con cosas raras. Esto ya lo conocemos: además de rocho es un subversivo. Oscar: Aquí mandan los ladrones, ay … sí los ladrones. Sargento: ¿Que decís? ¡Calláte¡ Rápido, traigan una mordaza para taparle la boca. Policía 1: ¡Ahora quieto¡ Eh mierda que haces… Hijo de puta. ¡Me mordió¡ ¡Me mordió¡ Policía 2: Turro antes de taparte la boca, te la parto. ¡Comete este puñetazo¡ Oscar: Huy … Policía 1: La boca le sangra como una canilla, no lo tapes que se puede ahogar. Ayudáme, patea como un demonio. ¡Me quiere morder de nuevo¡ Agarrálo Se volvió loco, se volvió loco. Ya lo tenemos ya está, ya está. ¿Adónde lo llevamos Sargento? ¿A la comisaria o al loquero? Sargento: Es lo mismo, lo que quede más cerca. Vamos. Se escucha la sirena policial un minuto mientras el mozo congela sus movimientos. Se apaga la luz.

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